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Encuentro con Baco en Lebrija
Lebrija es una ciudad de leyenda. Una leyenda que nos lleva a su fundación bajo los auspicios del dios romano del vino. Ciudad con historia, abierta al rio y a los aires atlánticos que llegan nutricios desde Sanlúcar. Lebrija, la antigua Nebris —la piel de ciervo sobre la cabeza de los sacerdotes que danzan adorando a Baco—.
Félix González Vélez nos acogió junto a su bodega Los Arcos en el centro urbano de Lebrija. Más tarde visitaríamos su bodega Abuelo Curro, en el pago de Overo. La bodega González Palacios es la única existente en la D.O.P. Lebrija. Detrás, hay una historia de debates judiciales en torno al término manzanilla que terminaron con la creación de la D.O.P.
Desde la colina donde se sitúa la bodega Abuelo Curro, el paisaje lo abarca todo y se extiende hasta llegar a tres provincias —Sevilla, Cádiz, Huelva—. El Guadalquivir se intuye, marcado por la vegetación de las riberas, y nos quedamos pendientes de la aparición de un barco navegando lentamente sobre un horizonte terrestre. Este es el pago Overo, nombre de un pelo especial de caballo, con grandes manchas diferenciadas, tal como se debe ver esta tierra desde las alturas entre contrastes de tierras ferruginosas y albarizas.
En el pago Overo catamos el vino de pasto Nebris, honor al dios, con uvas 100% palomino, con crianza bajo velo de flor. También la Flor de Lebrija, muy cerca de la manzanilla, fresco, juvenil, alimentado con los aires salinos, que invita a repetir. Y el tinto crianza Overo, con tempranillo y syrah, desenvuelto y libre.
La visita a la bodega González Palacio fue un inesperado encuentro con los dioses, con la historia y su cambiante geografía, con una ciudad llena de raíces y de rotundas experiencias sensoriales —gastronómicas incluidas—. Unos vinos y una ciudad cargados de autenticidad y mesura.
Joaquín Moreno Marchal, Quino
—Junta Directiva del Ateneo del Vino—

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